14 mayo, 2019

Los hijos de cuatro patas (Español cuarto)


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Las mascotas son los nuevos hijos mimados de las familias colombianas. Ropa, psicólogos, colegios y restaurantes son algunas de las excentricidades que existen hoy para ellos. ¿Dónde está el límite entre el cariño y la humanización? Los expertos responden.

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Claudia Montes tiene dos gatos, Antonio de siete años y Cheo de cuatro. Al preguntarle por qué decidió poner esos nombres a sus mascotas, responde que le pareció divertida la idea de que al decir ‘me voy a ver a Antonio’ o ‘Cheo me está esperando en casa’, la gente pensara que iba a encontrarse con un hombre. Su broma no estaba muy alejada de la realidad. La verdad es que Montes considera a Antonio y Cheo como sus hijos. “Los ‘gathijos’ son lo primero en mi vida”, dice. Tanto es así que planea sus vacaciones pensando en ellos, no lleva al apartamento a nadie que les incomode y, de vez en cuando, cae en la tentación de vestirlos por las festividades.

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Como Montes, millones de colombianos consideran a sus mascotas un hijo o un integrante más de la familia. Muchos los dejan arroparse por las noches en sus camas, e incluso invierten grandes sumas en productos y servicios como ropa, salones de belleza, colegios, restaurantes, celebraciones de cumpleaños y hasta psicólogos. Actividades que, hace unas cuantas décadas, no eran para nada comunes dentro de la sociedad colombiana.

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En la actualidad, sin embargo, ver a un perro en un TransMilenio, en la cabina de pasajeros de un avión, en un hotel e incluso dentro de un lujoso restaurante es pan de cada día. Aquellos que no permiten su entrada son ‘mal vistos’ por la población en general. Sobre todo, por la comunidad pet friendly, que ha crecido como espuma en los últimos años y ha logrado que la discriminación y el maltrato animal disminuya significativamente. El furor en el país y el mundo por los amigos perrunos ha sido tal, que restaurantes y centros comerciales han optado por abrir sus puertas a los pequeños acompañantes como una estrategia para atraer clientela. Incluso, algunos restaurantes en Bogotá han empezado a ofrecer menús gratuitos para ellos.

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Según informes recientes de Euromonitor, en Colombia hay alrededor de 8 millones de animales domésticos, de los cuales 66 por ciento son perros y gatos. Y, en promedio, los dueños destinan entre 10 y 30 por ciento de su salario para mantenerlos. Andrés Rodríguez, ingeniero mecánico bogotano, asegura que gasta de 300.000 a 400.000 pesos mensuales entre el colegio, el alimento y los juguetes de Sony, su pastor australiano; Laura Campos, politóloga que adoptó dos perros, ha llegado a pagar hasta un millón de pesos por la atención médica de sus mascotas, entre otros lujos que les ha dado, como llevarlos al etólogo (especialista en comportamiento animal, una especie de psicólogo de mascotas) o comprarles prendas de ropa. Estas prácticas, explicó a SEMANA Myriam Acero, veterinaria y autora del estudio “La relación humano-animal de compañía como un fenómeno sociocultural”, publicado por la Universidad Nacional en 2017, evidencian “un fenómeno sociocultural que viene creciendo desde hace diez años en el país”. La razón principal es que cada día hay más hogares unipersonales, por lo que los dueños pueden invertir más dinero en sus mascotas al mismo tiempo que estas se convierten en su compañía principal.

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Sobre los beneficios de tener una mascota se ha hablado mucho. Según los expertos, pueden aliviar la depresión, generar una mayor autoestima y disminuir el estrés, sumado a las actividades de esparcimiento, conversaciones amistosas y ejercicio cotidiano. Ser Pet friendly, en resumen, se ha convertido en un estilo de vida, pues para nadie es un secreto que en más de un barrio bogotano los dueños de las mascotas también han optado por crear grupos de WhatsApp –igual que los padres de los pequeños de cualquier colegio– para cuadrar las horas de juego de sus animales, programar caminatas, debatir problemas de limpieza u organizar piñatas a todo dar para sus amigos perrunos.

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Lo preocupante del tema, explica Acero, “es cuando la mascota se vuelve objeto de consumo”, una tendencia que está creciendo en el país. Con ella coincide el argentino Ricardo Luis Bruno, especialista en conductismo animal, quien advirtió a SEMANA que “es una mochila muy pesada ponerle a un animal la responsabilidad de tener que actuar como lo haría un individuo de la especie humana”. En internet y redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter abundan estas representaciones. Una investigación de la empresa de seguros Sainsbury citada por Dinero encontró que “el 46 por ciento de los dueños de perros o gatos dice tomar más fotos a sus mascotas que a sus parejas, y el 26 por ciento dice hacerlo más que a sus hijos”. Pero el tema no llega hasta ahí, pues hoy existen perros y gatos superestrellas con cientos de seguidores en redes. El más famoso es Jiffpom, un pomerania con 8,6 millones de seguidores en Instagram, que diariamente aparece posando junto a influenciadores de diferentes maneras: parado en sus dos patas traseras, en las delanteras; disfrazado, en pijama, bailando e, incluso, montando patineta.

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Aunque es cierto que la excepción no hace la regla y muchas veces los dueños no tienen la intención de excederse ni cosificar a sus mascotas, los expertos advierten sobre la necesidad de encontrar un equilibro entre el cariño y el rol que les dan en su vida, pues es muy frecuente que crucen el límite de lo que “evolutivamente los animales están preparados para comprender”, dice Bruno. El hecho de tratarlos como a un hijo o un ser humano tiene consecuencias negativas para ambas partes. “Lleva a las mascotas a padecer conductas ansiosas y a los humanos a una insatisfacción, pues un animal nunca podrá llenar completamente el vacío que solo puede llenar un individuo”.


Tomado de: https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/mascotas-humanizadas-por-sus-duenos/566054