Actuaciones paternas y maternas, a veces llenas de buena voluntad, minan
la propia autoridad y hacen que los niños primero y los adolescentes después no
tengan un desarrollo equilibrado y feliz con la consiguiente angustia para los
padres. El padre o la madre que primero reconoce no
saber qué hacer ante las conductas disruptivas de su pequeño y que,
después, siente que ha perdido a su hijo adolescente, no puede disfrutar de una
buena calidad de vida, por muy bien que le vaya económica, laboral y
socialmente, porque ha fracasado en el “negocio” más importante: la educación
de sus hijos.
¿Cuáles son los errores más
frecuentes que padres y madres cometemos cuando interaccionamos con nuestros
hijos?
Antes de que siga leyendo, quiero advertirle que, posiblemente, usted,
como todos -yo también- en alguna ocasión ha cometido cada uno de los errores
que se apuntan a continuación. No se preocupe por ello. No es un desastre. Es
lo normal en cualquier persona que intenta educar TODOS LOS DIAS. Tiene su
parte positiva. Quiere decir que intenta educar, lo cual ya es mucho. En
educación lo que deja huella en el niño no es lo que se hace alguna vez, sino
lo que se hace continuamente. Lo importante es que, tras un periodo de
reflexión, los padres consideren, en cada caso, las actuaciones que pueden ser
más negativas para la educación de sus hijos, y traten de ponerles remedio.
Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y
disminuyen la autoridad de los padres:
o
La permisividad. Es imposible educar sin intervenir.
El niño, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es
malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos
de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie
encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el
principio de una mala educación. Un hijo que hace “fechorías” y su padre no le
corrige, piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños
necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.
o
Ceder después de decir no. Una vez que usted
se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. El no
es innegociable. Nunca se puede negociar el no, y perdone que insista, pero es
el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a
decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si usted le ha
dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo
del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede ver la televisión aunque
le pida de rodillas y por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra
oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho
a las estrellas del cine y del teatro. En cambio, el sí, sí se puede
negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde,
negocie con él qué programa y cuanto rato.
o
El autoritarismo. Es el otro extremo del mismo palo
que la permisividad. Es intentar que el niño/a haga todo lo que el padre quiere
anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la
obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de
autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa, que haga
todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la
permisividad.
o
Falta de coherencia. Ya hemos dicho
que los niños han de tener referentes y límites estables. Las reacciones del padre/madre
han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro
estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a
los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana, también.
o
Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y
la madre. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los
cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No debe caer en la trampa de:
“Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma”.
o
Gritar. Perder los estribos. A veces es
difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido
alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la
fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el
niño. Además, a todo se acostumbra uno. El niño también a los gritos a los que
cada vez hace menos caso: Perro ladrador, poco mordedor. Al final, para que el
niño hiciera caso, habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está
concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño
reaccionase.Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los
gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto,
la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es muy
grave. Nunca debemos llegar a este extremo. Si los padres se sienten
desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuelas de padres…
o
No cumplir las promesas ni las amenazas. El niño aprende
muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre/madre menos cumple lo que
dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un girón de autoridad que se queda
por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de
aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible. Un mes es imposible.
o
No negociar. No negociar nunca implica rigidez e
inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto
incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las
relaciones entre los padres y los hijos.
o
No escuchar. Dodson dice en su libro El arte de ser padres, que una buena madre -hoy también
podemos decir padre- es la que escucha a su hijo aunque esté hablando por
teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el
problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado,
evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar… nunca.
o
Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia,
los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que fueran los
mejores… ¡ya!. Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado. Y todo
requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores. Esto que
admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos, en los
que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente, “para que el niño aprenda”
se las repiten una y otra vez.
Sin embargo, una vez que sabemos lo que hemos de evitar, algunos
consejos y “trucos” sencillos pueden aligerar este problema, ofrecer un
desarrollo equilibrado a los hijos y proporcionar paz a las personas y al
hogar. Estos consejos sólo requieren, por un lado, el convencimiento -muy
importante- de que son efectivos y, por otro, llevarlas a la práctica de manera
constante y coherente.
Pablo Pascual Sorribas
Maestro, licenciado en Historia y logopeda
FUENTE: http://www.solohijos.com/web/como-lograr-una-autoridad-positiva/