La ayuda prestada en un momento de solidaridad, así, se considera desinteresada, vale decir, que no espera una retribución o una ganancia a cambio del servicio prestado. Se supone que constituye un grado de altruismo o desprendimiento, que pone las necesidades ajenas por encima de las propias momentáneamente. Por eso es común apreciarla en situaciones críticas o catastróficas, como las guerras, los desastres naturales o simplemente las épocas problemáticas en la vida de alguien.
Del mismo modo, la solidaridad no suele considerarse como una obligación o un mandato, sino que ha de ser voluntaria. Existe, no obstante, un compromiso moral en quienes dispongan de los recursos para ayudar a otros a superar una situación crítica, y nuestra cultura no percibe con buenos ojos a quienes simplemente se rehúsen a hacerlo.