En la Historia del cristianismo, la idea de
misión se aplica tanto a colectividades como a individuos e implica una forma
de vocación, que se interpreta como un llamamiento positivo de Dios que
«envia», para llevar un encargo o realizar un trabajo apostólico: la tarea de
anunciar el evangelio, conforme al mandato final puesto en boca de Jesús
de Nazaret en los Evangelios de Mateo y de Marcos:
«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.»
Evangelio
de Mateo 28:19-20ª
Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura».
Evangelio
de Marcos 16:15
La palabra «misión» se habría originado en la
década de 1590, cuando la Compañía de Jesús (jesuitas) envió a
algunos de sus miembros al extranjero, ya que la vocación de la orden era
«servir a Cristo en misión universal». Concretamente, entre 1581 y 1592,
salieron de Lisboa 54 jesuitas con rumbo a la India, para seguir los pasos
de Francisco Javier. La palabra se popularizó a partir de la traducción
latina del pasaje bíblico en el que Cristo envía a sus discípulos a predicar en
su nombre, y condujo a la definición de las misiones como los
asentamientos fundados en tal carácter.
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Consulte el nombre de los 4 evangelistas más importantes.
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